El descalabro del crudo se ha convertido en una pesadilla para los inversores. Lejos quedan los llamamientos al júbilo por el abaratamiento de la factura energética, que, a priori, debía estimular el crecimiento mundial y, por ende, los mercados. Pero, lejos de generar optimismo, el desplome del petróleo provoca cada vez mayor inquietud. Aunque los beneficios de una energía barata son evidentes, esta realidad -como cualquier realidad económica- presenta una cara menos afable, que, en opinión de José Luis Martínez, de Citi, pesan más que los factores positivos.
1) Y es que, sin ir más lejos, el ahorro esperado por los países importadores de petróleo representa, al mismo tiempo, una elevada merma en los ingresos de los productores de crudo. Los presupuestos de países como Arabia Saudí, Rusia, Irak, Noruega, Venezuela, Canadá o México se ven seriamente dañados. «La capacidad de compra de estas economías se ve muy penalizada, con efectos negativos para las compañías de los países desarrollados que tradicionalmente les han vendido productos y servicios».
2) Lógicamente, el descalabro del petróleo tiene un efecto nada desdeñable sobre las compañías del sector energético. Éstas, han pagado la situación con una pérdida conjunta de valor en las bolsas mundiales próxima a los 3 billones de dólares en apenas 18 meses. Teniendo en cuenta el peso de este sector en las bolsas -en el Stoxx 600 representaban por entonces el 7,5%-, es lógico que su declive haya tenido un impacto notorio en el conjunto del mercado. Estas caídas en Bolsa tienden a generar un efecto psicológico negativo entre los inversores, que lo interpretan como una pérdida de riqueza.
3) Por si fuera poco, a esto habría que añadirle el impacto negativo de este escenario sobre la inflación. Aunque las valoraciones que toman como referencia los bancos centrales suelen excluir los precios del crudo, por su volatilidad, resulta indiscutible que, el descalabro actual del sector, traslada presiones bajistas sobre otro tipo de activos, como los metales industriales que son utilizados de forma abundante en las infraestructuras energéticas. No en vano, las expectativas de inflación a nivel mundial han caído en picado en las últimas semanas, de la mano del petróleo.
4) Porque, además, las favorables expectativas de un incremento del consumo en las economías importadoras no se han visto cumplidas del modo esperado. «Esto hace de esta crisis del petróleo una excepcional, diferente al resto», apunta Rodrigo Villamizar, profesor del IEB. Los expertos creen que la debilidad de la demanda a nivel mundial resta atractivo al abaratamiento de la energía.
Esta serie de amenazas explica el nerviosismo de los inversores ante las caídas del crudo. Para la mayoría de expertos los riesgos de que esto desemboque en una nueva recesión son muy limitados. «Viendo las actualizaciones macro del Banco Mundial y del FMI, parece exagerado.
Fuente: Expansión